Somos “El océano entero en una gota”, lo dijo Rumi, un poeta persa en el siglo XIII. Hoy, en el Siglo XXI, las personas sentimos una presión asfixiante por encajar en el molde que la sociedad impone, para lo que debemos ser, parecer, y hacer. Deberíamos ser gotas únicas que fluyen en el océano, pero a veces parece que somos aceite flotando sobre el agua.
La artista reflexiona sobre nuestra incapacidad colectiva de aceptar y admirar nuestras diferencias. Como somos prismas que, dependiendo de la luz y el ángulo, reflejamos colores diferentes, pero de los cuales se espera uniformidad y predictibilidad. La generalización es valiosa para la efectividad, pero la granularidad es fundamental para la felicidad.
Mechas quiere comunicar, de la emoción a la palabra, de la palabra al cuadro, y de su obra a las mentes y corazones de la audiencia, la ansiedad de ser diferente y de ser sensible, en un mundo que aspira a tonos monocromáticos en la manera en cómo nos perciben; en una sociedad que prefiere la simplicidad a la complejidad, cuando dicha complejidad es la marca de lo únicos que somos. Difuminar nuestra huella digital nos hace más fáciles de entender, pero hace que nos perciban como un pozo estancado, aunque como dijo Heráclito, somos como un río, nunca somos la misma agua, somos corriente que fluye.
Su obra nos convida a ser conscientes de nuestro entorno, de aceptar que esta carga apesadumbra a nuestros amigos, hermanos, hijos. Nos abre los ojos a entender que sufrir de ansiedad, de depresión, y que vivir sobre-medicados, es un precio a pagar para encajar en una sociedad limitante. Nos expresa que hay una oportunidad de ser más comprensivos, más empáticos y humanos ante esta epidemia de dolor personal.
Nos impulsa a abrazarnos en nuestra singularidad, y abrazar a los demás en su mágica individualidad; a liberarnos del yugo de parecer algo que no somos, y aceptar que somos muchas personas, múltiples vidas, y un sin-número de cicatrices, como terapia en una época en que la soledad, la angustia y la exclusión, nos están llevando a vivir adoloridos, dopados y aislados.
Por: Ugo Posada
Fotografía: María Roa
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